Entre Melbourne y Sídney hay una distancia aproximada de 1,000 kilómetros, pasando a un costado de numerosos pueblos. Si el recorrido se hace por tierra toma unas 11 horas, a condición de mantener una velocidad sobre los 100 kilómetros por hora durante el trayecto y detenerse lo menos posible. El vuelo en avión toma poco más de una hora y veinte minutos, pero no brinda la oportunidad de conocer todo lo que media entre una ciudad y otra.
Con el espíritu del turista y deseando conocer lo más posible, acompañado de una pareja de amigos salvadoreños (Antonio y Ana Recinos), junto a mi esposa y nieto mayor, me embarque en la aventura de realizar este recorrido por tierra durante 5 días.
El primer paso fue el alquiler de un automóvil cómodo y prácticamente nuevo, para asegurarnos de no tener inconvenientes mecánicos durante el viaje; luego, preparar el equipaje y lanzarnos a la aventura con el auxilio de un mapa y un jps, sin tener ningún plan de viaje rígido, ni reservaciones de hotel.
Tan pronto salimos de Melbourne, a ambos lados de la autopista, se observaban llanuras inmensas cubiertas de pastizales en los que pastan gran cantidad de ganado vacuno, pero sobre todo, de ovejos blancos, recientemente rasurados, antes de la llegada del invierno. También es característico en estas llanuras interminables ver grandes cilindros de pasto enrollado, no sé si para ser almacenados y ser usados en temporada de sequia, o para ser enviados a otras áreas del país menos fecundas, o ser exportado a otros países.
Tras tres horas de viaje decidimos hacer una entrada en Albory para almorzar. Se trata de una ciudad pequeña, pero muy hermosa y limpia. Su estación de tren y construcciones nos recuerdan la gran influencia inglesa predominante en este país.
La siguiente parada seria hasta Canberra, capital de Australia, situada a unos 580 kilómetros de Melbourne. Allí llegamos, sin novedad, a las 7 de la tarde, 8 horas después de nuestra salida. No estaba dentro de los planes detenernos mucho tiempo en el lugar, ya que lo acordado era empezar a conocer los lugares después de llegar a nuestro destino, en el viaje de regreso. Sin embargo, como se hacía forzoso un descanso, aprovechamos para ir al Parlamento, que es el edificio más relevante de la ciudad y tomarnos algunas fotos. En el lugar solo encontramos un policía sin armamento visible, de pie junto a su bicicleta y algunos muchachos orientales, que igualmente tomaban fotos, pero no sé por qué me dieron la impresión de realizar algún tipo de tarea universitaria. El policía nos saludo con toda amabilidad y permaneció tranquilo en su puesto. Después de estar alrededor de una hora en el lugar, decidimos dar un par de vueltas por el centro de la ciudad y seguir nuestro camino hacia Sidney, cuando ya comenzaba a oscurecer.
Llegamos a Sidney a medianoche, sin que tuviéramos ningún inconveniente en el camino. Algo que me llamo la atención fue no encontrar en el trayecto de los 1000 kilómetros ninguna estación para el pago de peaje, a pesar de que es tanta la calidad de la autopista que permite mantener la velocidad fija a 110 kilómetros por hora, que es la velocidad máxima permitida en dicha carretera. Las violaciones a esta disposición se detectan, registran y documentan por las numerosas cámaras fotográficas con sensores de velocidad que se encuentran a lo largo de todo el camino. Ante una infracción, la multa se recibe en la casa acompañada de una fotografía del vehículo, teniendo a un lado el día, la hora y el lugar en que se registro el exceso de velocidad, así como la imagen del radar marcando la velocidad a que se viajaba.
En Sidney no es bueno llegar de manera improvisada en busca de un hotel. Si previamente se busca por internet, es posible conseguir un hotel 5 estrellas por 100 dólares la noche, pero de otro modo se corre el riesgo de tener que pagar 250 dólares por uno 4 estrellas. Ubicado el lugar para dormir, por ese día ya solo nos resto dejarnos caer en las camas y dormir profundamente por algunas horas para recuperarnos del cansancio del viaje.
Antes de las 8 de la mañana ya estábamos en pie. Tras un buen baño y un reconfortante desayuno, nos dirigimos a una de las iglesias adventistas latinas de Sidney. Conocimos un buen número de personas con quienes compartimos las actividades religiosas hasta el mediodía, concluidas las cuales, nos invitaron a disfrutar con ellos del almuerzo con frutas y alimentos sanos. En el lugar, mi esposa adquirió tres importantes libros sobre alimentación saludable, medicina natural y el oficio del médico.
Cerca de las dos de la tarde salimos hacia Avondale. Antes que conocer a Sidney, con su legendario puente y la Opera House, mi interés prioritario era llegar hasta ese pequeño pueblo para conocer la Universidad Adventista de Australia, la famosa fabrica de alimentos saludables Sanitarium y, sobre todo, la casa de la escritora norteamericana Elena de White, seguramente la escritora norteamericana mas leída y cuyos libros han sido traducidos a un buen numero de idiomas. Quería envolverme del ambiente que la rodeo entre el 1896 y el 1900, los anos que vivió allí y donde escribió varias de sus obras.
Llegamos a la casa museo de Elena de White unos minutos después de las 4 de la tarde. Se trata de una casa modesta en un ambiente muy tranquilo. Pudimos tomarnos numerosas fotos. Aprecio sobre todo, la que me tome en cuclillas junto a una tarja, que señala el lugar donde ella escribió, sentada en una mecedora, al amparo de la sombra de un pino gigantesco su obra más famosa: El deseado de todas las gentes. Atrás y a los lados de la casa se encuentran unos árboles centenarios que convivieron con la escritora, a los que me hubiera gustado hacer muchas preguntas, en caso de que hablaran.
Después de permanecer allí durante casi dos horas, nos dirigimos a un terreno aledaño a un hospital psiquiátrico ubicado a unos 10 minutos. En este terreno plano a un lado del hospital se reúnen espontáneamente decenas de canguros. En un letrero se aclara que no son domesticados y se pide que no se les de alimentos, sobre todo pan, que por algún mecanismo que no aclara el letrero les causa la muerte. Entramos al terreno y nos tomamos fotos con ellos, que siendo salvajes son amigables.
Decidimos no regresar ese día a Sidney, sino viajar tres horas hacia New Castle, un pequeño y hermoso pueblo de corte ingles, con un faro milenario y otros muchos encantos. Tras llegar, apenas dejamos el equipaje y nos fuimos a caminar por el puerto hasta casi la medianoche.
A partir del día siguiente iniciaríamos nuestras visitas detalladas a los lugares escogidos. Hay mucho que decir, pero mis impresiones de estas visitas las iré narrando de manera particular.
Fuente: alMomento.net
Que bonito. Es viajar y aunque yo no viajo tan lejos me gusta leer los viajes de otros
ResponderEliminarQue lindo viaje hermano su relato me encantó!!!
ResponderEliminarQue lindo viaje hermano su relato me encantó!!!
ResponderEliminarando planificamos un viaje sabemos casi exactamente lo que nos espera. Eso no disminuye nuestras ganas de visitar, pero sí la capacidad de impacto. No es malo, pero cuando no sabemos nada de nuestro destino puede que nuestr https://fundacion-ecos.org/biografia-de-tul-pakorn/
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