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jueves, 23 de agosto de 2012

Medallista olímpico adventista dice que su celebración da cuenta de su fe en Dios


Abel Kirui eleva una oración de gratitud a Dios después de ganar la medalla de plata en la maratón masculino en los Juegos Olímpicos de Londres (Reino Unido). El maratonista adventista de Kenia dice que las competencias le ofrecen la oportunidad de compartir su fe. [fotografía: Associated Press]
De izquierda a derecha, Abel Kirui (Kenia), Stephen Kiprotich (Uganda) y Wilson Kipsang Kiprotich (Kenia) posan con sus medallas obtenidas en el maratón masculino, durante la Ceremonia de Clausura de los Juegos Olímpicos 2012. [fotografía: Associated Press]
Abel Kiuri, un adventista que obtuvo la medalla de plata (derecha) compite con corredores de Uganda y Kenia en el maratón masculino del pasado domingo 12 de agosto. [fotografía: Associated Press]

Aug. 15, 2012
Silver Spring, Maryland, United States
Elizabeth Lechleitner/ANN
Cuando el maratonista adventista Abel Kirui cruza una línea de llegada, se arrodilla e inclina la cabeza, ofreciendo una oración de celebración.
Todo el mundo observó su gesto de gratitud esta semana cuando este keniano de 30 años obtuvo la medalla de plata en el maratón de los Juegos Olímpicos de Londres (Reino Unido).
Kirui es también un ganador consecutivo del Maratón del Campeonato Mundial, obteniendo el evento de 2011 por el margen más grande de todos: dos minutos y 28 segundos. Su récord personal de dos horas, cinco minutos lo coloca en sexto lugar entre la comunidad especial de corredores de larga distancia.
En un deporte en el que los atletas a menudo compiten por ganancia personal o reconocimiento personal, Kirui dice que su motivación se encuentra en dar gloria a Dios.
“Cada carrera es una oportunidad. Le digo a Dios que no importa donde me ponga, voy a compartirlo con otros. Por eso, cada vez que termino una carrera, digo: ‘Gracias, Dios’”, dice Kirui.
Kirui creció en una zona rural de Kenia en lo que él denomina afectivamente un “humilde” hogar con solo uno de sus padres. El maratonista explica que de muy joven aprendió a depender de Dios. Su madre, a quien cita como la influencia espiritual más grande, lo animó a asistir a la iglesia los sábados por la mañana. Hoy día, dice que su hábito de levantarse temprano proviene de ella.
“Recuerdo que ella se levantaba de madrugada para orar que pudiéramos escoger a quién servir en la vida”, dice. “Ahora, cada mañana me levanto muy temprano para orar y pedirle a Dios que me dé fuerzas para correr”.
Cuando era chico, Kirui dice que soñaba con una vida más allá de su aldea.
“Veía pasar los aviones y pensaba: ‘Un día voy a volar’, pero era imposible para mí. Pero entonces me di cuenta de que mi pasaporte al mundo era comenzar a correr”, dice Kirui.
Su primera competencia, sin embargo, no fue muy lejos de su casa. Cuando estaba en la escuela primaria, Kirui salió segundo en una carrera distrital, a solo diez kilómetros de su aldea. Ya de adolescente, recuerda que uno de sus ídolos era el corredor Paul Tergat, quien tenía el récord en maratón.
En los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, Kirui vio que Haile Gebrselassie de Etiopía pasó a Tergat en las últimas décimas de segundo en la carrera de diez mil metros. Su otro compatriota, Erick Wainaina, también fue vencido en el maratón masculino.
Poco después, Kirui dice que decidió que había lugar para otro maratonista de Kenia y que usaría esa posibilidad para compartir su fe en Dios.
A pesar de ello, no siempre le resultó fácil correr. Kirui recuerda desmayarse deshidratado antes de la línea de llegada y sufrir lesiones. Dice que una carrera en especial se destaca como ejemplo de una preparación inadecuada. “Me arrastraba hacia la línea de llegada mientras otros corredores me iban pasando”.
Ahora suele entrenarse corriendo hasta mil kilómetros antes de un maratón. Aun así, a menudo dice sufrir dolores, en especial en los últimos cinco kilómetros de la carrera.
“La manera de enfrentar el dolor depende del estado mental. El dolor no es algo que pueda matarte, mientras uno esté sano por dentro. Lo mismo sucede en la vida espiritual”, subraya.
“Le pido a Dios que me dé fuerzas para vencer”.
Hasta el momento, Kirui dice que su carrera no ha interferido con la observancia del sábado. Los maratones suelen llevar a cabo los domingos.
“El sábado voy a la iglesia con mi esposa y mis dos hijos y entonces, el domingo por la mañana, voy a entrenar”, dice. “Y donde sea que compita, llevo mi Biblia, mi folleto de Escuela Sabática y dedico tiempo a orar en mi habitación”.
Kirui también tiene grandes planes para invertir en la infraestructura de la Iglesia Adventista de Kenia. Ya ha ayudado a establecer un nuevo templo, y en el horizonte hay planes de crear una escuela de iglesia y un hospital.
Entretanto, Kirui se está adaptando a la fama que produce obtener medallas en los campeonatos mundiales y los Juegos Olímpicos. “La gente de Nairobi grita: ‘¡Este es Abel Kirui, el que estaba corriendo!’” La primera vez que alguien lo reconoció, dice que se sorprendió muchísimo.
“Pensé que nadie me conocía”.
Sin embargo, ahora Kirui dice sentirse feliz de que todo el mundo siga las carreras. “Quiero que sepan que es el poder de Dios lo que me hace seguir corriendo. Siempre es el poder de Dios”.
con informe de Williams Costa Jr.
Fuente: ANN

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