John Graz
Un año ya y no ha pasado nada. He estado pensando todos los días en el pastor Antonio Monteiro desde que me encontré con él en la Prisión Civil de Lomé (Togo).
De tanto en tanto, todos sufrimos pesadillas, pero estas jamás duran demasiado. En el caso de Monteiro, su realidad se ha convertido en una pesadilla sin fin.
Monteiro fue invitado a Togo por la Unión del Sahel de la Iglesia Adventista para ayudar a las familias como misionero en ese país. En mayo de 2011, se esparcieron rumores sobre la desaparición de unas veinte jóvenes que fueron asesinadas por una red de traficantes de sangre humana en el norte de Lomé.
Como sucede en casos similares, la gente acusó a la policía y las autoridades de no hacer nada para resolver el caso.
La policía arrestó a Monteiro el 15 de marzo de 2012. Su oficina, iglesia y hogar fueron allanados bajo la estrecha cobertura de los medios. No se halló evidencia alguna. Pasó catorce días detenido en la central de policía.
Todo el caso se basa en la acusación de una persona. El acusador de Monteiro era un exprisionero que dijo que Monteiro era líder del grupo de traficantes de sangre. En el pasado, Monteiro había ayudado al hombre. Se cree que el hombre fue detenido y que la policía lo coercionó a nombrar gente que conocía y con quienes había tenido algún contacto. Este hombre, con una historia documentada de inestabilidad mental, dio cualquier nombre que se le viniera a la mente.
Los sucesos fueron devastadores para la esposa, los hijos, los colegas y los miembros de iglesia de Monteiro. El nombre de su esposo, padre y amigo estaba en la televisión y en la primera plana de los periódicos nacionales.
Después de unos pocos días, una investigación y una confesión pública del acusador se desarrollaron como un drama televisivo. No se halló evidencia alguna, y quedó claro para muchos que el arresto de Monteiro era un error. A algunos también les resultó extraño que se sospechara que un ministro adventista había usado sangre para una ceremonia religiosa.
La acusación contra Monteiro carecía de credibilidad. La mayoría de la gente pensó que sería liberado y que el caso sería desestimado.
Sin embargo, su liberación habría hecho que surjan algunas preguntas: ¿Quién es responsable de tamaño error? ¿Quién hablará con los medios para decir: “Lo siento, pero nos equivocamos”? Y la pregunta de la gente sería: ¿Quiénes son los verdaderos criminales y por qué no han sido arrestados?” Sería muy vergonzoso para las autoridades tener que enfrentar esas preguntas.
Monteiro aún sigue en prisión, junto con Bruno Amah, un adventista que también fue acusado el mismo crimen. Las instalaciones están abarrotadas, y los prisioneros tratan de sobrevivir. Inocentes que esperan un juicio y criminales comparten el mismo lugar a la hora de dormir.
Recuerdo cuando vi por primera vez a Monteiro. Usaba una camiseta limpia, y parecía estar de visita. Oramos juntos. Le expliqué lo que ya habíamos hecho para garantizar su liberación, y le dije que esperábamos que fuera liberado en pocos días o semanas.
Eso fue el sábado 8 de septiembre de 2012.
Los hombres pasaron la Navidad en la cárcel. Algunos esperaban que las autoridades hubieran puesto fin a esa tragedia. En ese momento, era un caso de detención arbitraria. Él aún no ha ido a juicio. Hemos contactado embajadores, ministros y presidentes. Pero nada ha sucedido.
Nuestros abogados recibieron información de que Monteiro sería enviado a juicio el 29 o 30 de enero en la corte penal. No eran buenas noticias, pero al menos el caso de Monteiro sería escuchado y podría defenderse con la ayuda de asesoría legal.
Sin embargo, el juicio fue pospuesto. Nada ha sucedido, y los hombres siguen en prisión.
Hemos enviado cartas al presidente de Togo pidiendo que se haga justicia.
Se están esparciendo nuevos rumores sobre el inminente arresto de criminales. Pero hasta ahora Monteiro y Amah siguen en prisión. No nos daremos por vencidos. Queremos un juicio justo, y estamos seguros de que este probará su inocencia.
El 15 de marzo, se cumplirá un año desde el arresto de Monteiro y Amah. Esperamos que sean liberados antes de esa fecha. Estamos planeando lanzar una campaña de recolección de firmas y enviar cartas desde todo el mundo al presidente de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y al presidente de Togo.
La esposa de Monteiro, sus cuatro hijos y la familia Amah tienen que saber que estamos haciendo todo lo que podemos para ayudarlos. Ellos no están solos. Son miembros de una gran familia de más de treinta millones de miembros y de sus hijos.
Puede que nos sintamos impotentes cuando los inocentes tienen que pagar por los criminales. Pero confiamos en Dios, quien tendrá la última palabra. Su justifica finalmente prevalecerá.
—John Graz es director del departamento de Relaciones Públicas y Libertad Religiosa de la Iglesia Adventista mundial. Está al frente del Grupo de Trabajo Monteiro, que se encarga de la situación desde la sede central de la iglesia.
Fuente: ANN
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